Comparto en este sitio de cachivaches la entrada de ayer en la página misantafe.net. Un homenaje sentido que hago a Luis Arturo Arcia y su amor al equipo de mis amores, Independiente Santa Fe.
El próximo miércoles 25
de abril, día en que Santa Fe enfrente a Nacional en su casa,
Directivos, cuerpo técnico, jugadores e hinchada, rendirán homenaje
al Sargento del Ejercito Nacional, Luis Arturo Arcia, secuestrado
durante 14 años por las FARC, quien recobró la libertad a comienzos
de este mes. Su entereza, valor y fuerza pero sobre todo su amor a
esta institución, reflejado a través de los medios mientras estuvo
en cautiverio, lo hacen merecedor del más grande reconocimiento que
se le haya hecho a un hincha en la historia del club, convirtiéndole
muy seguramente en una leyenda viva, ícono de esta institución.
Oscar Valles Escobar, periodista y columnista de MiSantaFe. Net
comparte unas líneas dedicadas a este hombre que mientras estuvo
privado de la libertad no dejó de lado el sentimiento único que
reconoce a los que pertenecemos a la gran familia Cardenal.
3 de Marzo de 1998, en
una horrenda cacería que antes se hizo masacre, caíste Arcia en la
trampa que el terror te tendió. Una batalla infernal discurrió,
odio y sevicia juntos, incompresible barbarie del ser, te encontraste
inerme junto al llanto y lamento de otros, preso de tus miedos al ver
la muerte pasar y no irrumpir su macabra sombra en tu morada.
La noche de aquel día en
que se parte tu historia, tu aliento y fortaleza parecieron
desvanecer, opacados por el vaho de tus captores a la orden de
cadenas imponer. Hay de tus enemigos que desconocían el albergar un
ejemplar gatuno, que mientras la lluvia se hacía y la maleza crecía,
como quien guarda su presa, pacientemente afilaba sus garras.
Boyacá te parió desde
sus entrañas, y para nicho familiar, una madre no de sangre en su
seno te acogió. Creciste como cachorro perdido de la manada, cuyo
olfato te llevaba a no perder en tu horizonte el llano que también
te reclamaba. Tu modelo fueron todos los que a tu vida de coraje
llegaron; tu madrina Amor, Camilo, María Fernanda, Blanca Nelly,
Angélica María, Jorge Alberto...Cristina... Juan José, Antonio y
otra vez José ...en la zozobra e incertidumbre, cuando los años
fueron encierro, el eco de sus nombres tu fortaleza alimentaron.
En la fría capital,
distante y ajena a tu mundo, en aquél tiempo otras batallas se
gestaban. Vallecilla, Del Toro y alguien al que llamaban “Cachaza”,
organizaban el ataque de contiendas no siempre ganadas, pero por
fortuna donde tres puntos era lo más grande a perder, no como en la
guerra que libraste donde tu lanza viste perecer.
Ya antes el destino te
había mostrado un par de jugadas, en uno de tus viejos caminos
avistaste, ¡oh gloriosa armadura!, y en ella, estandarte rojo y
blanco que algunos de estos mismos hombres portaban, un escudo en su
pecho al que con ahínco y amor decidiste tu vida consagrar.
Sin saberlo de antemano
tu espíritu aquel día trascendió, en pura y santa fe se convirtió.
Fue esta misma fe la cama
que te lleno de consuelo, cuando la angustia te dominaba al reconocer
que tu vida pendía de un hilo que en un suspiro se podía cortar. Te
aferraste a ella y acompañaste a los que ya eran tuyos desde el
encierro a sentir la libertad; fueron desde entonces tu familia, tu
verdad, a ellos contabas historias de lo que acontecía en un mundo
del que ustedes muchas veces no fueron realidad, sacadas de una caja
mágica que les regalaba sueños y una perorata suspendida en el
tiempo llena de alegrías.
A tus oídos llegó el
tun tun de un Calimenio que en tierras foráneas luego de un zarpazo
en una esquina danzó. Alborozo, vitalidad, fortaleza, tu cuerpo se
estremeció, una lágrima por tu rostro rodó, fue tu primer rugido,
estruendoso en tu interior pero ahogado en el follaje de esa espesa
selva impuesta como enclaustro, un gran león emergió. Más vivo que
nunca tu Santa Fe se acrecentó, e ingenio y talento no podían
esperar, a Dios la gracia eterna, porque muestra de supervivencia
pudiste forjar y en tu pecho felino con orgullo mostrar .
Cuántas lunas y soles
pasaron haciéndonos compañía pero yo ignoraba tu mundo y tu
extrañabas el mío, amor infinito hasta entonces no correspondido.
En la grada, cúspide de mi aliento yo alentaba, euforia, carcajadas,
llantos y tristezas alimentaron mi delirio. Canalla yo que creía
conocer el sufrimiento, el dejarme la garganta, la piel, mientras tu
implorabas tu auxilio, con sonidos ensordecedores que retumbaban en
tu cabeza, arañando la tierra en que te arrastrabas muchas veces
para tan solo comer.
Crecí, me enamoré, me
casé, me separé, hice amigos, gane enemigos, unos los conservo,
otros ya no están. Muchas veces brindé, y a punta de licor, entre
calada y calada, de tanto en tanto me embriagué... Cuántas
ocasiones me enfermé... como cuando un tal Aldo Leao su ética
vendió y tu pendiente de aquella final, tiempo después con
frustración te enteraste; jornadas que como recuerdos penden en los
años, los mismos que a ti te robaron, escondido, atrapado, en tu
algarabía callado. Como pendió tu vida muchas veces, tantas y mas
sentidas veces que las nuestras cuando creíamos que se nos iba con
un campeonato que no fue, una final que no llegó, un tanto en propia
puerta...
… Yo creía que moría,
tu moriste en vida.
Hoy conozco tu historia
gracias a tu amor, ese amor que nos une pero juntos, en década más
cuatro años, no pudimos mano a mano compartir, festejar.
Las puntadas que tu diste
para la construcción de este amor, aguja en mano pincho nuestros
corazones, orgullo y tristeza dieron cuenta de nuestras
frustraciones, no somos nada sin el ejemplo de nuestro gran león.
Pasaba el tiempo pero un nuevo sol comenzó a brillar, rotas las
cadenas, diste prisa en tu andar.
Y hoy estando fuera lo
gritas al mundo, “no podemos decaer porque los años no nos han
traído la estrella, hemos de ser fuertes en la fe, la misma fe que
de la muerte a mi me salvó ”.
Nobleza y gallardía hoy
te hace ícono de esta hinchada León, cuando tus ropas enviadas para
ataviarte con decoro cediste a tu captor, en un gesto tan humano que
vale por mil años de perdón. Leyenda viviente de tu familia
Cardenal, hay de tus enemigos que siempre desconocieron albergar, en
ti sargento Arcia un ser humano ejemplar, hoy león de mil batallas,
sinónimo de fuerza, garra, coraje y libertad.
Tu, león, batallador insaciable,
hueles con denuedo el aire de las planadas,
tras años en que tu vida y tu garra
fueron enjauladas, casi despojadas.
Cautiverio oscuro, donde los días como
las noches fueron irremediables, interminables,
tu alma, tu fuerza, maltrechas más no
desechas, se mantuvieron firmes, acorazadas.
Fiera indomable, no sucumbiste, pudiste
languidecer, palidecer,
pero nunca agonizar, morir... Afila tu
garra, comparte tu sentir,
aquellos que en la angustia y la
persecución te dieron vida para vencer.
Ruge Monaguillo, sangre, vida y
corazón,
ruge y devórate el mundo que nunca te
quitaron, aunque con cadenas lo intentaron;
has vencido a tus verdugos, valiente,
aguerrido, eterno león!