miércoles, 16 de noviembre de 2011

Entre el amor y el odio

El sentimiento que genera  la selección colombiana de fútbol no es otra cosa que el reflejo de los bajos instintos y pasiones por las que nos movemos 42 millones de compatriotas cafeteros desde hace décadas, no solo en el aspecto deportivo sino en lo más profundo del entorno social y político, en búsqueda de la identidad definitiva que pondere ese escudo y bandera que alguna vez todos dibujamos en edad escolar.

Pasa con las elecciones, con nuestras causas sociales, con nuestro trabajo, pasa en la burbuja de nuestro entorno, nuestros amigos, familia y ciudad, con el reinado de este mes en Cartagena, por supuesto pasa con nuestro mayor estandarte; el fútbol.

Vivimos entre el amor y el odio, apasionados y viscerales, en todos los campos de nuestras vidas. Como quien tiene un@ amante y lo entrega todo en una noche pero se resiste amar por miedo al fracaso; hace mucho dejamos de creer en todo, si es que ese todo alguna vez fue nuestro.

Días previos al encuentro de ayer entre Colombia y Argentina en Barranquilla renacía el amor patrio en los más fieles y sumisos, un caudal de colombianos que aunque reconocemos y adolecemos los fuertes golpes nos da esta tierra perdonamos y seguimos adelante albergando la esperanza de vivir de nuevo un idilio. Los más escépticos, los despechados, aquellos que no son pocos y que renunciaron de hecho a su identidad patria prefirieron darse una oportunidad con el otro.

La televisión deportiva argentina y su presentador estrella no paraban de mostrar imágenes y comentar con frases de asombro lo que significaba ver a una turba de ciudadanos locales, vistiendo las camisetas de su selección y entrando en histeria colectiva al paso del jugador número 10: Messi, Messi, Messi, coreaban casi hasta llegar al llanto hombres, mújeres y cientos de niños. ¿Cómo no asombrarse? si mientras en el resto del continente les increpa y fastidia, Colombia les ama.

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Esto pasó en Barranquilla, pero cuantos más en todo el extenso territorio colombiano, acuñando una frase popular, "se mordían un codo" por no estar allí, en la cita pre-mundialista, y no precisamente para ver a los de Leonel Álvarez jugar.

Pregunto yo ahora: ¿Cómo se le puede pedir a un jugador nacional entrega y amor a la camiseta cuando éste ha crecido en un entorno hostil, violento y de desarraigo, tal y cómo hemos crecido cada uno de nosotros? Nos acostumbramos a matar y ver morir y eso insensibiliza a cualquiera; muchas veces son las balas las que nos restan vidas, otras más letales son las palabras.

Nos olvidamos de nuestras raíces porque nos las han arrancado. Crecimos oyendo hablar de Tostao, Pelé, Rivelino, Maradona, Kempes, Burruchaga. La música ranchera, convertida hoy en popular, es nuestro himno, compramos marca U.S.A. porque lo nacional no vale, hablamos de indios y negros peyorativamente al referirnos a otros compatriotas o a los vecinos de al lado como si fuéramos los arios de la región, repudiamos a la guerrilla y los paras pero los foros están llenos de mamertos y de fachos.  Durante años los medios nos han comido el coco y como idiotas útiles hemos respondido.

¿Dónde en todo lo anterior hay un sello llamado Colombia?

Hoy la prensa hablará de la derrota en El Metropolitano y medio país se volcará contra Barranquilla y su gente, como sucedió tras la inauguración del mundial sub-20, se volcará contra los jugadores, en contra del técnico. Al final, todos ellos son los responsables, no nosotros. No los rolos, no los paisas, los llaneros o los pastusos, no los santandereanos, la culpa es ahora y siempre de los costeños; hoy no me pongo el sombrero vueltiao, ni escucho vallenato, ni mamo ron, y todos tan conformes.

¡Que equivocados que estamos!

La resaca es más dura que la borrachera, en cualquier caso, que hoy no nos hablen de esa novia infiel llamada Selección Colombia con la que ayer rompimos relaciones, por supuesto por culpa de ella, no nuestra.

El día que aprendamos a amar y valorar lo que tenemos nadie se sentirá con el derecho de irrespetar nuestra casa como lo hizo ayer Argentina, pensando que Colombia es su burdel favorito.







jueves, 3 de noviembre de 2011

La exclusión de la ignorancia

Esta mañana mientras tomaba el desayuno, Dayon y yo comenzamos un intercambio de mensajes a través de Facebook en los que compartíamos algunas impresiones de nuestro trabajo en los medios. En cierto punto de nuestra conversación virtual tocamos el tema de la exclusión social y la marginalidad, a la que todos en algún momento de nuestras vidas hemos estado o estaremos expuestos, independientemente de cual sea la condición humana que nos tipifica y referencia.

Analizamos, cómo en muchas situaciones se da, que el manejo de una postura cuestionable y un lenguaje equívoco frente al otro, parte de individuos o colectivos susceptibles de ser señalados por el entorno que les acoge. Ahora que escribo estas líneas recuerdo el caso reciente de la concejala del Ayuntamiento de Salt, representante de la xenófoba Plataforma por Cataluña, a la que le pidieron la renuncia tras comprobarse que tenía una relación sentimental con un camerunés. Pienso, esto es el teatro de lo absurdo, pues no se que me produce mas risa, si su despido por tener un novio negro o su proselitismo xenófobo a sabiendas de su condición amorosa; apelo a una conocida campaña publicitaria en Colombia: "su dinero puede estar en el lugar equivocado..."

Queriendo dar un poco de Matiz a este tema, Dayon generosamente compartió conmigo un artículo de su autoría publicado en la revista Shock de esta ciudad, que ahora me permito difundir por su importancia. Vean ustedes a que punto podemos llegar cuando el lenguaje carece de peso racional. https://www.facebook.com/note.php?note_id=236968459692849

Dayon Moiz es una mujer venezolana que ha forjado una carrera profesional en el ámbito comunicativo gracias al reconocimiento de su trabajo en diferentes medios en España, y en los últimos tiempos en la radio de Barcelona.